(La Sombra 006) La Torre De La Muerte by Maxwell Grant

Author:Maxwell Grant
Language: es
Format: mobi
Tags: det_police
ISBN: 9788485922116
Publisher: Centro Autónomo Trabajos Editoriales Miguel Badia
Published: 2011-05-05T22:00:00+00:00

CAPÍTULO X

PALERMO TRAZA PLANES

Aquella noche el doctor Palermo recibió un visitante. Los dos hombres se aposentaron en el "living room" en el piso cuarenta. El huésped era un individuo alto y fuerte. Su rostro, visto de lejos, quizás hubiese parecido bello y correcto, pero examinado más de cerca, mostraba una expresión de brutalidad y astucia siniestras, que lo hacían repulsivo.

Decía el doctor Palermo, con sutil sarcasmo en su voz:

—De manera que se os volvió a escabullir el hombre.

—Sí, ésta es la verdad; se escurrió de entre los dedos —respondió el visitante, visiblemente molesto por la alusión—. Bugs Lakey salió a "liquidarlo". Lo esperaba con un fusil en una oficina situada al otro lado del patio del edificio. Pero el sujeto no pudo abrir la ventana y Bugs no se atrevió a disparar a causa del cristal, por temor al estrépito.

"En consecuencia, Bugs se introdujo en su despacho y lo esperó. Lo habría terminado allí de no ser que otro sujeto intervino y dejó knockout al imbécil de Lakey, quien todavía se siente atontado.

Comentó Palermo, sarcástico y disgustado:

—Mala suerte.

—No tanto como pudo ser —fue la réplica—. Jerry Marcus murió la noche que llevaba a Burke en el taxi. Creo que le mató el mismo sujeto que dejó knock-out a Bugs Lakey. Jamás nos había ocurrido fracasar por dos veces en un mismo asunto.

—Eso no importa, Macklin —dijo Palermo—. La cuestión es ésta. Te he pagado bien por tu trabajo, ¿no es verdad?

—Sí, debo reconocer que no es avaro.

—Aunque en ocasiones me ha sido difícil conseguir el dinero —añadió Palermo con suavidad—. Todo lo que te he pedido es que me proporciones hombres de confianza, capaces de la faena asignada. Sólo en una ocasión te ordené que hicieras un trabajo personalmente.

—Lo hice —replicó Macklin—. Nadie sospechó que Harriman no se había suicidado. No conseguí apoderarme de aquella joya porque el hombre no la llevaba encima. Pensó usted que acaso se la dio a Horacio Chatham y puse a un par de hombres para que vigilasen al tipo hasta que éste liquidó a Wilkinson y desapareció.

—Exacto —asintió Palermo—. Pero no es éste el asunto más interesante. Además tenía el zafiro purpurino. Creo que sé dónde está ahora y puedo adquirirlo yo mismo. No, Macklin, hasta hace poco no he tenido queja de tu trabajo. Pero este doble fracaso en una cuestión tan sencilla como eliminar a un periodista, a Clyde Burke, puede resultar muy serio. A decir verdad, está entorpeciendo algunos de mis planes.

—¿Por qué? —la voz de Macklin era de reto—. ¿Qué le importa a usted un sujeto como Burke? No puede acusarle de nada, ¿verdad?

—Nada de particular.

—¿Por qué este nerviosismo, entonces?

—Macklin —dijo Palermo, con suavidad—. Tienes un defecto: no ves ciertas cosas que saltan a la vista. Comprendes, desde luego, que Burke escapó gracias a la ayuda de un amigo o protector. Sin embargo, no tienes la menor idea de quién puede ser ese entrometido que desbarata nuestros planes.

—Sí, tiene usted razón —reconoció el gangster—. Ordené a los muchachos que suprimieran al periodista.

Download

Copyright Disclaimer:
This site does not store any files on its server. We only index and link to content provided by other sites. Please contact the content providers to delete copyright contents if any and email us, we'll remove relevant links or contents immediately.